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jueves, 5 de mayo de 2022

Mis vecinos los tenistas de Equelite (Villena)

 Estos días la academia de tenis Equelite*, al lado de casa Zoilo donde paso los veranos, está en el foco de la prensa nacional e internacional porque allí se ha formado el joven tenista murciano Carlos Alcaraz que acaba de ganar su primer Conde de Godó a sus dieciocho años y se presenta como un tenista de gran futuro, tal vez el próximo Nadal. Emocionada y nerviosa vi la semifinal contra el australiano De Miñaur en la televisión porque estuvo en un tris de perder varias veces contra su oponente, pero no se amilanó tras dos horas y media de partido. Me acordé de mi padre que decía irónicamente que él era gafe cuando veíamos juntos los partidos de Manuel Orantes en televisión porque siempre los perdía, las victorias las conseguía fuera de España cuando no los retrasmitían.

Me acordé de otro partido de su maestro, Juan Carlos Ferrero (Onteniente, 1980), en la final de Roland Garros (2003) contra al neerlandés Martin Verkerk, cuando expresó su agradecimiento a la ciudad de Villena donde se había formado y que tanto le había apoyado. En ambos casos se me saltaron las lágrimas. Es lo que tiene el deporte: pone a flote tus sentimientos más atávicos e impredecibles, te hace pasarlo mal y bien al mismo tiempo. Tengo que volver a ver más partidos de tenis, aunque ya no tenga a nadie con quien comentarlos.

Precisamente, mi vecino Alcaraz se mudó en la academia a una vivienda prefabricada de 90 metros cuadrados, la que tenía su entrenador cuando se convirtió en número uno y por la que pasaron también otras destacadas raquetas como Nicolás Almagro y Guillermo García-López. En Equelite, el flamante campeón pasa la mayor parte del tiempo con Carreño y su preparador, Samuel López, con los que ahora también coincide en el circuito ATP.

*El complejo cuenta con 20 pistas de tenis, gimnasio, colegio, jardines y unos pequeños bungalows donde alojarse. En total, 120.000 metros de instalaciones de primer nivel.

https://elperiodicodevillena.com/el-problema-de-equelite-con-el-ayuntamiento-salta-a-la-prensa-nacional/

 

viernes, 28 de enero de 2022

Mi frutero-violetero


Si de mi casa tuviese que rescatar algún objeto del fuego, me quedaría con el jarrón azul que heredé de mi abuela Ángeles y que presidía la mesa del comedor de la casa de Ciudad Jardín en Alicante. Me parece bellísimo, un poco barroco como las fachadas de las casas de Valencia y los mosaicos de su Estación del Norte, pero funcional. Abajo se colocan las frutas de la huerta y en la parte superior a modo de penacho emerge el florero estilizado que recibe el nombre de violetero. Es un dos por uno, ofrece flores y frutos. El pie parece de plata, pero debe de ser de metal porque apenas se ensucia. El color del cristal soplado es azul con bordes en tonos más claros, imita las olas de un mar encrespado. Mide 43 cm de alto y 31 de diámetro. No sé cuál es su origen, ni quién lo compró. Siempre pensé que era un modelo de alguna fábrica de vidrio de Valencia o de Mallorca. He buscado en internet y parecer ser un diseño modernista de finales del XIX y principios del XX relacionado con el Art déco. Aquí ofrezco una galería de imágenes de las distintas versiones que he encontrado: un lujoso cristal de Bohemia; una versión inglesa más sofisticada en rosa; y el hermano gemelo, una versión mesetaria en cristal transparente y borde rizado en verde que recuerda a las hojas de las viñas. Me quedo con el mío que incluso tiene un pequeño desperfecto. 


miércoles, 29 de diciembre de 2021

Los balnearios de la playa del Postiguet (Alicante)


    
 De Madrid vino un Almirante

llamado Guillermo Delicias
tuvo relaciones con Rosa Florida
perdió la Confianza
y se caso con Estrella.
Tuvieron tres hijas
que fueron Alhambra,
Diana y Alianza.

(Poema Tradicional Alicantino sobre los Balnearios del Postiguet)

 

Ferrocarril y baños fueron dos conceptos modernos y, en cierta medida, interdependientes. El ferrocarril era la imagen del progreso, de la velocidad, de la exactitud, de la movilidad, de una nueva forma de viajar a destinos desconocidos; el baño de mar era sinónimo de salud, de higiene, de deporte, esparcimiento y relación social. A partir de 1830, tras la aparición del ferrocarril en Europa, todas las compañías explotadoras de Caminos de Hierro ofertan viajes directos a las estaciones balnearias. Incluso las típicas Guías de Ferrocarril, que nos dan una visión rápida de las ciudades y monumentos de las poblaciones que atraviesan, nunca dejaban de citar estos establecimientos. Alicante fue la primera ciudad costera comunicada por ferrocarril con la capital española (1858), lo que supuso el inicio de la actividad turística en la zona, la nueva apertura al mar y la proliferación de los balnearios. Neptuno, La Alianza, Diana, Las Delicias, eran algunos de los nombres de las populares casas de baños a las que los turistas acudían para alojarse y disfrutar de sus días en la playa. Gracias a la crónica que envió un turista inglés al diario Times, sabemos que el bullicio comenzaba desde bien temprano, que para acceder al baño existía una separación entre zona para hombres y zona para mujeres, o, que tras la comida, todo el mundo aprovechaba para descansar y echarse la siesta. Los balnearios mantuvieron todo su esplendor hasta 1938, cuando varias bombas los destruyeron, reduciéndolos a simples pilares de madera sobre la playa. Solamente dos de ellos volvieron a resurgir de sus cenizas: La Alianza y La Alhambra. Ambos continuaron en funcionamiento hasta 1969, año en el que fueron expropiados por el Ayuntamiento debido a las remodelaciones de la zona.


Las casas de baños consistían en sencillas construcciones en madera de una planta, que se adentraban en el mar a modo de plataformas cubiertas sobre pilotes enclavados en el lecho marino. Solían tener distribuciones similares, bien con planta longitudinal y largos corredores en torno a un hueco central, al que volcaban las estancias independientes para el baño, o bien con planta en forma de cruz. Se montaban para la temporada de baños y se retiraban cuando la época estival llegaba a su fin. Ofrecían al bañista todo tipo de servicios, no solo para la puesta en práctica de la talasoterapia, sino también para amenizar las horas de asueto. En torno a estos establecimientos se desarrollaron toda una serie de actividades complementarias que modificaron la fachada marítima de la ciudad. Se abrieron nuevos hoteles y restaurantes para dar servicio a los visitantes y se realizaban conciertos, ferias o teatros al aire libre para amenizar el tiempo de ocio una vez acabada la hora del baño. 

En la postal de la derecha se puede ver lo que quedaban de los balnearios a principios de los años 60 del siglo pasado. Debía tener seis o siete años cuando acudí con mi familia a uno de ellos, las chicas nos cambiamos en un pequeño vestuario y nos tiramos al mar por una estrecha escalera. Recuerdo la extraña sensación que tuve al meterme en el agua turbia llena de algas que se adherían a mi bañador  como si fuesen sanguijuelas. Acostumbrada a bañarme en playas abiertas y piscinas, la experiencia no me resultó agradable. No repetimos. 

Después acudimos al Hotel Palas para saborear los famosos canelones, rito que mantuvimos hasta la muerte de mi padre. Sin duda, la playa del Postiguet ganó en limpieza y amplitud sin los entramados de madera. 

Alicante tuvo el primer tren y los primeros balnearios, un turismo popular que viajaba con un botijo convirtió a la ciudad en la llamada playa de Madrid. Los medios económicos de estos viajeros no estaban a la altura de los de los balnearios de las playas del norte, frecuentados por la alta burguesía y la nobleza.

Para terminar este viaje entretenido en torno al tren que ha durado un mes, vuelvo a los inicios y me permito incluir un folleto (tren+balnearios) de los Caminos de Hierro del Norte de España con su hermosa estrella roja. 

viernes, 17 de diciembre de 2021

Estación de Villena (Compañía de Ferrocarriles MZA)


Soy nieta y bisnieta de ferroviarios. así que tengo el gen de la puntualidad metido en la sangre. Mis primeros recuerdos del tren se remontan a los años 60, cuando toda la familia iba a pasar el verano en Villena. No teníamos casa, nos dividíamos entre los Bravo y los Caturla para poder dormir. Dábamos la lata, pero no había forma de cambiar la costumbre. Los trenes entonces eran de carbón y el expreso nocturno, que llevaba el correo, tardaba horas en llegar, porque paraba en todas las estaciones. A la llegada nos encontrábamos a toda la familia esperándonos como si viviésemos a mil kilómetros. Recuerdo mi cara y mi pelo llenos de hollín. A la vuelta a Madrid, mi abuelo nos llevaba con una hora de antelación a la estación porque así presumía ante sus amigos de su familia. Mientras él disfrutaba, los cuatro, llenos de maletas, bultos y polvorones, aguantábamos cómo podíamos la espera interminable en el andén. Recuerdo los nervios de mis padres ante la dificultad de dar con el tren y el compartimento por pasillos atestados de gente de pie. Viajar en tren, por los caminos de hierro, era toda una aventura. 

La Compañía de Ferrocarriles MZA fue una de las grandes compañías ferroviarias españolas junto a la del Norte. Las dos compañías rivales acabaron juntas en 1941, cuando se decretó la nacionalización de todos los ferrocarriles de vía ancha. MZA fue creada  en 1856, participaron en su capital la Banca Rothschild, el Grand Central francés y el Marqués de Salamanca. La construcción de este ferrocarril se divide en tres partes, comenzando por la inauguración del Ferrocarril Madrid-Aranjuez en 1851 y la prolongación posterior hasta Almansa y, más tarde hacia Alicante, financiadas y construidas por José de Salamanca Mayol. Las dos otras importantes líneas ferroviarias fueron la de Madrid-Zaragoza y la de Córdoba-Sevilla. La estación de Villena se inauguró en 1858, en el viaje inaugural viajó la reina Isabel II, que realizó un pequeño descanso en la ciudad, para lo que se habilitó el Paseo de la Reina, actual Paseo de Ruperto Chapí. El edificio, de segunda clase, se ha conservado casi sin modificar hasta la actualidad. 

A mi abuelo Emilio Cuéllar de la Torre, hijo de jefe de estación,  que trabajó como revisor en la Compañía de Ferrocarriles MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) antes de casarse en Villena con mi abuela Ángeles Caturla, le hubiese gustado el trabajo de José Francisco Pascual del colegio Nuestra Señora de los Dolores: Historia del ferrocarril: Villena y la reina Isabel II.

El  interesante artículo (El ferrocarril Madrid-Alicante) de Gonzalo Roger incluye un reportaje del escritor Pedro Antonio de Alarcón con sus impresiones personales sobre la inauguración del  F. C. Madrid-Alicante.

Jean Laurent, el fotógrafo francés que retrató la España del siglo XIX, también fotografió la línea Madrid-Alicante en 1858. El álbum ferroviario titulado “Camino de hierro de Madrid a Alicante. Vistas principales de la línea” sería uno de los primeros álbumes de fotografía ferroviaria. En este álbum se recogen diferentes vistas en la que se combina imágenes de algunas de las principales ciudades que atraviesa la línea como, Madrid, Aranjuez, Villena, Elda, Sax o Alicante, con otras de infraestructuras ferroviarias como el puente sobre el Jarama, los puentes sobre el Tajo, ambos en Aranjuez, el puente y el túnel de Elda, el castillo y la estación de Sax o el puente metálico en Monóvar.

 En la imagen inferior se puede ver a su ayudante en el carruaje- laboratorio que utilizaban para preparar y revelar las placas de vidrio al colodión en 1872 en sus viajes por España. 


domingo, 19 de septiembre de 2021

Una historia sobre el tonto del pueblo

Ha muerto Mario Camus y ayer volvieron a poner en televisión Los santos inocentes, una de sus mejores películas basada en el libro de Miguel Delibes. Un ejemplo en la literatura del arquetipo del tonto del pueblo es el personaje de Azarías que finalmente mata al señorito Iván. Javier Pérez Escohotado* en su prólogo a una edición del libro lo explica así: «Sin duda el tirano está pagando por todos los abusos cometidos, pero la sutileza de Delibes está en concentrarlos en la muerte banal y gratuita del pájaro y dejar la venganza a la iniciativa del tonto Azarías. A esto es lo que yo llamo justicia poética (¡nada más lejos del realismo!), porque en Delibes no se vengan los pobres, sino los tontos y los ángeles».
Hace tiempo que encontré en internet una historia anónima que contaba mi padre sobre la división del mundo en tontos y listos y que él bordaba al recrearla con los diálogos en acento villenero ("Y ellos se creen que el tonto soy yo"). A mi se me caían las lágrimas de risa. La copio a continuación:

Se cuenta que en un localidad de interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 400 reales y otra de menor tamaño, pero de 2000 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda".

Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:

La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.

La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?

La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.

Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.

"El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente".

*https://elcuadernodigital.com/2021/04/29/todos-inocentes-pero-no-tontos-en-el-40-o-aniversario-de-los-santos-inocentes-de-miguel-delibes/

Para saber más:  Breve historia del tonto del pueblo  

martes, 10 de septiembre de 2019

Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena


Casa Zoilo (Villena, agosto 2019)
Desde pequeña, las tormentas me fascinan, si son en verano, mejor. Las nubes que las presagian, el olor a tierra mojada y el silencio posterior me tranquilizan. Aunque ya se sabe que en la zona de Levante llueve poco y mal y nunca a gusto de todos, la mayoría de las tormentas va acompañada de granizo que destroza todo lo que pilla. Si a los urbanitas nos duele que una planta se estropee, no puedo ni imaginarme el drama que supone para un agricultor ver destrozada su cosecha, el trabajo de todo un año. En ningún caso me refiero a la gota fría que nos acerca a las zonas donde abundan los ciclones. Yo he vivido con horror, pensando en el fin del mundo, los monzones en la India y las tormentas tropicales en Cuba, la furia desatada de la naturaleza que arrambla con todo: personas, cosechas, animales, coches, puentes, construcciones... Sin embargo, justo ahora, han dejado de gustarme las tormentas, hasta las más leves. La causa es la casa de mi abuelo construida en 1927, invendible y a punto de no pasar una inspección técnica, que está haciendo aguas en el sentido literal porque el tejado filtra aguas. Como el arreglo no solo depende de mí y no sé cómo solucionarlo, cada vez que oigo que hay gota fría por la zona, me echo a temblar. Es más, estoy a punto de encomendarme a los santos de la Piedra, Abdón y Senén de La Algueña.Un ejemplo más de que los problemas existen, pero solo cuando te atañen, te preocupan. Solo me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena, aunque desde pequeña he vivido rodeada de imágenes de la santa, patrona del cuerpo de Armamento y Construcción, en el entorno militar de mi padre.

La leyenda de Santa Bárbara

Por cierto, cuenta la leyenda que santa Bárbara fue decapitada por su propio padre que terminó alcanzado por un rayo. Extrañamente por eso se convirtió en la patrona de todos los artilleros  y de las profesiones que tienen que ver con explosivos y fuego: mineros, bomberos, canteros, electricistas... Eugenio Garcés i Bonet, Teniente Coronel de Artillería, aporta otra versión de los hechos que define mejor la relación entre santa Bárbara y los explosivos, y por extensión, con la Artillería. Bárbara siguió los pasos de su padre en sus estudios y juntos descubrieron una mezcla explosiva que utilizaron para defender la ciudad Hippone, en el norte de África, del ataque de unos bárbaros. Muere el padre y la hija, que ha ingresado en un convento, utiliza durante 14 meses los conocimientos de pirotecnia para mantener a los atacantes a raya. Finalmente los bárbaros consiguen penetrar en la ciudad y al llegar al convento, la Santa lo hace volar por los aires mediante cargas explosivas que había preparado con antelación, evitando así caer en sus manos tanto ella como sus compañeras.

Destrozos de la última tormenta con granizo  (2015)

jueves, 18 de julio de 2019

Madrid en Julio





Un cielo sorprendente en la Gran Vía.Y una costumbre absurda con la que está cayendo, turistas haciendo cola en doña Manolita para comprar la lotería de Navidad que ya se ha puesto a la venta. Hoy me he acordado de la estratagema que mi padre se inventó para soportar el estío madrileño: nos impedía pronunciar la palabra calor. Decía que bastante calor tenía él como para aguantar encima el nuestro. Así que nos movíamos por la casa diciendo entre risas: ¡Qué frío hace! ¡Hoy no hay quien aguante el frío! ¡Me estoy helando! ¡De seguir así nos vamos a congelar! Milagrosamente el ardid funcionaba.

martes, 16 de julio de 2019

José Luis Pérez Santiago, pintor y copista


A través de otros profesores del I.E.S. Luis Buñuel que le dieron clase, tuve la suerte de conocer hace poco a José Luis Pérez Santiago del que ya había oído elogios como pintor y copista. Este joven pintor de hablar pausado, simpático y sabio, transmite gusto por todo lo que hace. Pasamos un buen rato disfrutando de su compañía. Ojalá le hubiese conocido antes para contratarlo y así recuperar el retrato perdido de mi padre que debería figurar junto al resto de los directores de la fábrica militar El Fargue y del que solo nos queda una fotografía; pero ahora ando preocupada por problemas y enfermedades cotidianos y poco me puedo ocupar de vanidades del pasado.
Viendo en Instagram Un cuadro al día, me acordé de él porque hablaba de los copistas del Museo del Prado, que ya me llamaron la atención cuando fui por primera vez de la mano de mi padre. Entonces se decía que las copias se hacían para aprender y para venderlas a personas adineradas para que en formato adecuado adornasen sus paredes. Y es que El Prado nació para ser una escuela con el objetivo de concentrar una gran cantidad de obras y hacerlas accesibles a todo el mundo. Desde su apertura en 1819, existen copistas en sus salas. Algunos fueron pintores conocidos: Manet, Picasso, Sorolla, Sargent; y otros resultan sorprendentes: la Reina María Cristina, el poeta Alberti o el compositor Verdi. En la actualidad se cursan unas treinta solicitudes al año, menos que antes cuando las reproducciones gráficas solo se hacían en blanco y negro. No se pueden copiar ciertas obras porque son las más visitadas del museo y la instalación del copista en la sala supondría un estorbo para el público, como sucede con “Las meninas”, “El jardín de las delicias”, “La maja vestida” y “La maja desnuda”. Y como anécdota, señalaré que los cuadros copiados no pueden tener las mismas medidas que los originales para evitar que estos puedan ser robados y sustituidos por su copia. 


Vista de la rotonda de "Goya alta" del Museo del Prado
 En la página web de José Luis aparecen tanto cuadros originales como copias, aunque ya sabemos que ningún pintor copia como si hiciera una fotografía, lo adapta a su propio estilo. Él ha rizado el rizo, lo ha hecho más difícil todavía y ha ideado cuadros que reflejan las distintas salas del museo con su arquitectura y sus elementos correspondientes (cuadros, esculturas, maquetas). Me he quedado impresionada al verlos, me parecen magníficos, no puedo ni imaginarme el tiempo que les ha dedicado. También he encontrado las fotos de una exposición de recreaciones de paletas de madera hechas por él, cuyos modelos han sido extraídos de los autorretratos de célebres pintores de diversas épocas. Y compases que han sido utilizados históricamente para obtener fácilmente divisiones de superficies y medidas de acuerdo a las proporciones áureas. Merece la pena adentrarse en ella.

Vista del interior de San Antonio de los Alemanes
 











jueves, 28 de febrero de 2019

Ángel García, ¿Sabes lo que te toca hacer ahora? Microrrelato para leer el día de las enfermedades raras (28 de febrero)


“Cada cosa que nos sucede es una prueba a superar
que nos ayuda a empezar a vivir de nuevo”.

¿SABES LO QUE TE TOCA HACER AHORA?

Su hijo no puede sudar porque no tiene glándulas sudoríparas, el problema de su piel, dientes y pelo es como consecuencia de una enfermedad poco común que no tiene cura por lo que no podrá hacer una vida normal. Eso nos afirmaron.
Al salir del Hospital, mi madre me miró y me dijo: ¿Sabes lo que te toca hacer ahora?
Tienes los dientes como Drácula que además de volar. ¡Mira que mujeres tan guapas van con él!
Tienes la piel blanca y los ojos verdes muy claros como los alemanes que son muy fuertes y tienen mucho dinero.
Como tu pelo es como la lana. ¡Menudos jerséis te voy a hacer!
Tus labios son gordos como los de los negros que bien hacen deporte.
Tus ojos, rasgados y pequeños como los japoneses que son muy listos.
¿Sabes lo que te toca hacer ahora?
Con tal motivación, después de pasar mi juventud jugando al baloncesto, trabajando y estudiando, no es difícil adivinar que hoy en día sea abogado Internacionalista, que sabe lo que le toca hacer ahora: darte las gracias, mamá.

Las enfermedades raras se llaman así porque son poco frecuentes. En Europa, para que una enfermedad se considere rara, debe afectar a menos de 1 de cada 2000 habitantes. El día de las enfermedades raras  es el 29 de febrero y los años no bisiestos, el 28.
Ángel García, su autor, es el hijo de Carmen, la mujer que nos cuidó a mi hermana y a mí cuando éramos pequeñas en La Marañosa.  Lo escribió  para darle las gracias porque le hizo fuerte para poder afrontar su enfermedad. El microrrelato lo leí en el IES Iturralde a mis alumnos de 1º de la ESO, que eran de armas tomar. Fue un instante mágico. Se produjo un  silencio sorprendente y emotivo. Todos comprendieron que a ellos les podía haber pasado. En 1ºE,  una alumna se puso a llorar.  Dos alumnos me pidieron el texto para sus padres. 

domingo, 23 de julio de 2017

Joaquín Alastrué, Inventando la pólvora, fabricando la pólvora

Amazón, que es como los reyes magos ejerciendo cualquier día del año, me trajo como regalo el libro de Joaquin Alastrué Funes, Inventando la pólvora, fabricando la pólvora, El Fargue y la fábrica de Granada (Diputación de Granada, Biblioteca de temas locales, 2016). La aparición de la pólvora supuso un gran hito en la historia, propició las armas de fuego y cambió por completo el criterio de ataque y de defensa de combate en las guerras. El libro trata del origen y desarrollo de la pólvora en España, haciendo especial hincapié en la fábrica de pólvoras de Granada, situada en El Fargue, que hunde sus raíces en la época nazarí. Además, es una expresión de cariño hacia los vecinos y trabajadores de la fábrica donde vivió y trabajo el autor.
Un gran trabajo el de este químico para el público general, ameno y “deleytoso”, bien editado y muy bien documentado, con fotos, mapas, artículos periodísticos, glosarios… Su padre y el mío, ingenieros del cuerpo de Armamento y Construcción, estuvieron juntos en la que puede ser considerada la edad de plata de la fábrica (finales de los 70 principios de los 80), cuando daba beneficios y se cuidaron los aspectos sociales.

Mi enhorabuena a Joaquín por su esfuerzo y por incluir un anexo con la galería de retratos de los directores de la fábrica con la foto del cuadro desaparecido de mi padre de la biblioteca-museo de El Fargue. De la desaparición no sabemos los motivos, parece ser que se perdió en un traslado porque alguien se quedó con él o lo destruyó. Seguramente su investigación serviría para una novela negra.
La pólvora, alquimia y ciencia, tradición y progreso, refleja dos componentes inherentes al ser humano: la guerra y la fiesta, la muerte y la vida. Lo que destruye puede ser el alimento de las familias y un instrumento para la paz. Mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, nunca imaginó, cuando era un joven vestido de estudiante que disparaba con un arcabuz en las fiestas de Moros y Cristianos de Villena, que su vida estaría unida a la fabricación de los explosivos. Prácticamente recorrió todas las fábricas del momento: Murcia, Trubia (Oviedo), La Marañosa (Madrid) y El Fargue (Granada). No inventó la pólvora, ni mojó la pólvora (se quedó sin munición), ni disparó con pólvora del rey (corrió riesgos con patrimonio ajeno), ni tiró con pólvora ajena (malgastó), ni gastó la pólvora en salvas (utilizó medios inútiles), solo trabajó incansablemente de manera honrada y honesta.
Pólvora y tiempo vuelan como el viento.

lunes, 2 de mayo de 2016

Lectores y escritores a la carta



Mi padre, en Madrid, en el año 68, estableció una breve relación epistolar identificadora con el escritor Baltasar Porcel, que vivía en Barcelona, cuando empezaba a ser reconocido. Y no me he podido resistir a fotocopiar una carta manuscrita para que sirva de ilustración a esta entrada. 

Cuando acabamos un libro de esos que te dejan huella, nos encantaría darle la enhorabuena al autor, preguntarle determinadas dudas, debatir con él; pero la mayoría nos cortamos, solo unos pocos se atreven a establecer una comunicación más cercana. Los autores para darse a conocer acceden a las imposiciones de las editoriales, tanto por razones económicas como por vanidad, en presentaciones de libros, encuentros literarios, conferencias y ferias de librosTradicionalmente, el máximo contacto que podía tener un lector con un escritor consistía en asistir a una firma de libros y pasarle el ejemplar del mismo para que se lo dedicase; y si había suerte, hacerse una foto. Si el admirador se hacía con la dirección del escritor, se establecía una relación epistolar más o menos intensa, sobre todo si el lector era a su vez un escritor en ciernes. Conviene recordar que los escritores no son nadie sin sus lectores y que empezaron leyendo a otros; aunque algunos escritores consagrados odian estas costumbres. Todos nos acordamos de Fernando Fernán Gómez, harto de estar harto, casi al final de su vida, mandando a la mierda a ese lector que le pedía una dedicatoria. En cualquier caso se cumple la máxima de que los escritores son responsables de los libros que escriben, nunca de sus lectores, el lector elige lo que lee, pero el escritor no puede elegir a sus lectores y a veces estos se convierten en una remora insufrible. Julio Llamazares lo explica muy bien en su artículo Aznar y yo" Aznar empezó a decir que su novela favorita era una mía, Luna de lobos, sobre los maquis, cosa que a mis vecinos y a algunos familiares muy lejanos les llenaba de satisfacción. Hasta me felicitaban por la calle en aquel tiempo sin saber que para mí la elección de Aznar, en vez de enorgullecerme, me llenaba de estupefacción ¿Cómo podía ser que alguien que representaba lo más opuesto a lo que yo pienso de la vida me tuviera entre sus autores preferidos y citara entre sus favoritas mi novela más roja y más radical?
Pero yo recuerdo al poeta Ángel Guinda emocionado en cada una de las presentaciones de sus libros de poesía, recibiendo el caluroso apoyo de sus compañeros y admiradores.  Rosa Montero en un encuentro de clubs de lectura en Asturias, comenzó haciendo un elogio a los lectores y dijo sentirse privilegiada: “Si calculas que una persona lee un libro a la semana desde los ocho años hasta los ochenta años, en su vida habrá podido leer ‘sólo’ 3.000 libros. Entonces teniendo en cuenta el poquísimo tiempo para leer de nuestras breves vidas incluso si lees mucho, teniendo en cuenta la cantidad de escritores que existen, que haya gente que me lea es una gran suerte. La historia de la literatura está llena de escritores que perdieron a sus lectores, que fracasaron, que no pudieron llegar a ser leídos y que se volvieron locos o hicieron de su vida un disparate o se suicidaron incluso y esto es así porque llegar al lector es fundamental para el escritor."
Gracias a internet, y sobre todo a las redes sociales, todo esto está cambiando, los encuentros son ahora digitales. El escritor Eloy Moreno explica muy bien esta nueva relación: " Creé un perfil en Facebook, para poder conocer de primera mano las opiniones de los lectores, para poder charlar con ellos. Otra consecuencia es que si la novela gusta, el boca a oreja "digital" es mucho más rápido que el tradicional, y en poco tiempo las opiniones de los lectores pueden conseguir que el libro empiece a funcionar, son ellos quienes deciden. En mi caso, he conseguido mantener una relación muy estrecha con todos los lectores, de hecho, en la última página de cada ejemplar escribí un agradecimiento a todos ellos. Siempre me han apoyado recomendando la novela, y yo siempre que puedo realizo acciones para compensarles por toda su ayuda."
 La web de Laura Gallego es aleccionadora por lo disuasoria y clara que es para establecer el contacto con sus admiradores, que parece que son legión y le piden lo mismo que a una estrella del rock:
1) Para los que quieren ser escritores, no está en mi mano leer y opinar sobre tus obras.
2) No envío fotos dedicadas.
3) No puede atenderte por correo electrónico.
4) Contesto a todo el mundo aunque tarde varios meses.

Recomiendo leer el artículo de La Nación Escritores a la carta, donde la autora, Silvina Dell´Isola recoge divertidas anécdotas de grandes escritores. Me quedo con la última: " A comienzos de la década del 30, al poeta español Juan Ramón Jiménez le llegó una carta de un admirador que le pedía consejo para los más de mil versos compuestos que tenía sin publicar: "Soñador, como tantos, quiero ir a Madrid. Abandonaré las cabras y con el escaso cobre que puedan darme tomaré el tren de aquí a una quincena de días para la corte. ¿Podría usted, dulcísimo Juan Ramón, recibirme en su casa y leer lo que le lleve? Hágalo por este pastor un poquito poeta, que se lo agradecerá eternamente." La firmaba un tal Miguel Hernández. Y con la reflexión final: " Benditas las distancias inventadas por los egos cuando dejan que el cariño las vuelva más cortas".

Menos mal que Miguel Hernández no tenía nada que ver con Annie Wilkes, la terrible protagonista de Misery de Stephen King,  una fanática admiradora que secuestra a Paul Sheldon, autor exitoso, y le obliga a escribir una novela más de su saga favorita.

Leer también Pérez Reverte Carta a una chica muerta 

martes, 14 de abril de 2015

La Marañosa en los sesenta

 
La finca La Marañosa, situada en el término municipal de san Martín de la Vega, es en la actualidad un Instituto Tecnológico Militar, cerrado al público general. A finales de los años cincuenta y principios de los  sesenta constaba de una fábrica de pólvoras y un laboratorio militar, creados en 1923, además de viviendas para jefes, oficiales y obreros. Allí, entre pinares y canteras, transcurrió la mayoría de mi infancia, hasta que mi padre pidió el traslado a Madrid, cuando yo tenía once años. Mis recuerdos de aquella época son confusos porque era una niña retraída que se aislaba en su propio universo y no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor.
Los oficiales vivían agrupados en un recinto dotado de escuela, centralita, iglesia, salón de actos, botiquín, abastecedora (tienda de comestibles), bar, campo de fútbol y casino (el imperio). La mayoría de los obreros residían en El Poblado. La Fábrica y el Laboratorio estaban un poco retirados, supongo que para evitar posibles peligros. La comunicación con Madrid era diaria por medio de autobuses que dejaban en Cibeles y en Atocha.
Las viviendas unifamiliares de los jefes de más graduación constaban de tres pisos y disponían de un jardín y un huerto; el nuestro tenía un gallinero e incluso un estanque para patos vacío, que cuidaba nuestro asistente Pedro, un hombre de campo que invariablemente desayunaba pan y leche. No pasábamos frío porque había calefacción central. En verano nos bañábamos en una piscina inmensa que hacía las delicias de todos a pesar de su color verde sospechoso. En la Escuela Nacional aprendí mis primeras letras con doña Concha, lo que no era fácil, porque no había bolígrafos y escribíamos con plumín y tintero. Detrás de nosotras se encontraba un recipiente con la leche en polvo de los americanos y, delante, el mapa de España con 54 provincias, incluidas Guinea, El Sáhara y Sidi Ifni.



En la mesa de la profesora descansaban los rostros exóticos de las huchas del Domund 
(un chino, un negro y un indio), rasgos difíciles de encontrar en la vida cotidiana. El desván de la casa era mi territorio mítico y allí, entre cachivaches viejos y trapos para disfrazarme, daba rienda suelta a mi imaginación. Si tuviese que poner un nombre a aquellos años lo haría con la palabra libertad: hacía lo que me daba la gana. Siempre entraba y salía de casa a mi antojo, sin ningún miedo y sin pedir permiso. No había ninguna puerta cerrada. Me encantaba columpiarme en el jardín y recoger los huevos que ponían las gallinas al atardecer.
Cuando mis padres volvían de Madrid, siempre me traían algo, casi siempre un tebeo y caramelos de la Viuda de Solano.  Era bastante patosa, solo me gustaba el agua, aunque de un año para otro se me olvidaba nadar. No aprendí a tirarme de cabeza del trampolín más alto ni a jugar al baloncesto ni a montar en bici como lo hacía mi hermana. Fue un tiempo feliz, de aprendizaje, en el que mis padres eran jóvenes y disfrutaban en reuniones con amigos y partidas de cartas en el casino.

Los recuerdos inconexos aparecen como diapositivas en blanco y negro. Mi primer yogur Danone, muy ácido y en envase de cristal,  en el que era toda una aventura mezclarlo con el azúcar. Los helados de vainilla, que no pasarían en la actualidad ningún control sanitario, que traía las tardes de verano un hombre en una vespino con sidecar. Los primeros pantalones que solo llevaban las modernas. La televisión en la que pude ver el asesinato de Kennedy. Las películas de la Gran Vía de Madrid donde mi padre nos traía en verano una vez a la semana y que cuando salía, deslumbrada por las luces, no sabía nunca qué dirección tomar. Los cortes de luz. El horror que sentía cuando veía como cortaban la cabeza a las gallinas del corral. Los regalos de Reyes que nos daban a todos los niños. Las películas, casi todas de vaqueros, de los sábados por la tarde y los cortos del dúo cómico el Gordo y el Flaco que ponían a los aprendices por la mañana. El soldado que venía con la comida en una bandeja tapada con un paño para que mi padre le diese el visto bueno. La vacuna de la polio en "Ca Matamoros". El gato que se comió al periquito que era mi mascota. La deliciosa mermelada de albaricoques, recién cogidos del árbol, que elaboraba mi madre, una cocinera estupenda. Los melones que mi padre se empeñó en cultivar aunque todo el mundo decía que era imposible, que en esa tierra no se daban; lo consiguió, salieron pequeños y deliciosos. El recadero que en una cesta de mimbre traía todos los días la compra desde Madrid. Las visitas de Carmen, que nos había cuidado de pequeñas, con sus hijas. El belén en el hueco de la chimenea con su falso río de plata y su verde musgo recién recogido. Mi amiga Carmen Gutiérrez. El esplendor de los lirios, los pétalos de los geranios que utilizaba como uñas postizas y las lentas filas de la procesionaria del pino. La nevera panzuda importada que acabó sus días funcionando con unos pulpos a modo de tirantes y la lavadora que ni aclaraba ni centrifugaba. La infernal cocina de carbón. El cine de verano al aire libre con un ruido de pipas ensordecedor. Cabria y Maldonado, factótums de la vida cotidiana. El primer tocadiscos de mi hermana. Las chocolatadas a ciegas y las carreras de sacos para paliar el frío de las fiestas de santa Bárbara...
Todo acabó cuando nos vinimos a Madrid, a un piso que se nos hacía pequeño, donde mi madre se hacía morados en los brazos con los picaportes porque no calculaba las distancias y yo no podía salir a la calle sola. Solo las mañanas que pasaba en el museo del Prado del brazo de mi padre y la lectura de libros me rescataban del soberano aburrimiento de vivir encerrada.

He intentado buscar información en internet sobre La Marañosa en aquellos años y no he encontrado prácticamente nada. La fábrica fue demolida y muchos de sus objetos están en un Museo de Ingeniería Militar. Apenas unas fotos del imperio que ahora es un instituto de secundaria bilingüe. 
No he querido volver nunca, porque sé que todo me parecerá pequeño y muy cambiado. Es una asignatura pendiente que no aprobaré. Dicen que a los lugares en los que has sido feliz no debes volver.

La piscina 

Los trampolines 

El patio del imperio 



Aquí dejo otro enlace Revista FA-MA, Fábrica La Marañosa (1952-54)

viernes, 3 de abril de 2015

Revista FA-MA, Fábrica La Marañosa (1952-54)


El síndrome de Diógenes debe ser hereditario, porque a mis papeles atascados se han unido los de mis padres. He encontrado los treinta y un ejemplares del periódico FA-MA de la fábrica militar de La Marañosa de Santa Bárbara, publicados desde del 17 de octubre de 1952 al 25 de junio de 1954. No tenía ni idea de que existiese esta publicación, mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, no me habló nunca de ella. Francisco Lanza Gutiérrez fue el fundador y director hasta el número 22, en el que mi padre, entonces comandante,  se hizo cargo de la dirección como había hecho antes sustituyendo las ausencias del fundador. La mayoría de los colaboradores pertenecían al cuerpo de Armamento y  Construcción. La revista, sin imágenes, tenía al principio una periodicidad quincenal,  constaba de cuatro páginas y, a veces, seis u ocho. Pasó por varias fases, desde falta de colaboración hasta exceso. El título es la abreviatura, sui generis, de Fábrica Marañosa, "titulo bonito, sonoro y audaz".

Directores: D. Francisco Lanza Gutiérrez y Trinidad Cuéllar Caturla.
Redactores: D. Amador Porres; D. Antonio Casado Gómez, D. Maximino Antón Mínguez; D. Ramón Álvarez Gil; Francisco Chicote, Tomás Martínez Rodríguez y Félix Pérez.
Tipógrafo: D. Alfonso Jiménez Ortega.
Impresor: D. Venancio Mota Álvarez.

Tal vez en esta foto tomada en La Marañosa el 4 de diciembre de 1952 estén muchos de los redactores. Solo reconozco a mi padre en la segunda fila a la derecha.
En el primer número figura escrito a mano una tirada de 200 ejemplares a un precio de 55 pesetas.

Las colaboraciones debían cumplir los siguientes requisitos:
1)Tema libre, pero con preferencia los de carácter militar, técnico y humorístico.
2) Escritura clara y limpia a ser posible a máquina.
3) Extensión máxima tres cuartillas a doble espacio y por una sola cara.
4) El articulo o trabajo debe venir firmado por su autor aunque para su publicación se use seudónimo
5) Admitimos artículos o resúmenes extraídos de otras publicaciones siempre que se cite su procedencia
La finalidad de la revista era colaborar en una empresa que reflejase las preocupaciones de la comunidad. Dar información, divertir y "poder revivir las alegrías de nuestros amigos".
El balance del primer año de existencia fue el siguiente: "410 trabajos, 29 redactores y colaboradores, 105 artículos de temas varios: anécdotas y chistes, jeroglíficos y pasatiempos, poesías, notas editoriales, anuncios, cartelera de cine y advertencias". Curiosamente,  en el nº 9,  se hace un llamamiento a que las mujeres escriban y lo hacen en el siguiente.
Cuéllar introdujo temas filosóficos y animó a participar también a los maestros y a los obreros. "Un periódico de todos y para todos". En el último número se augura el final: han desaparecido los fundadores y se ha perdido el entusiasmo. "Sin colaboradores no habrá periódico. Si el periódico se hunde, la culpa es de todos" ("Reflexiones").
Me temo que los que colaboraron en este proyecto, tan idealista y extraño para la época, han desaparecido. Los ejemplares que poseo deberían estar en una hemeroteca. Solo he escaneado (muy mal, por cierto, no sé hacerlo mejor) el primer número para tener una idea de la publicación. Quien esté interesado que se ponga en contacto conmigo. También incluyo un programa de fiestas de 1953.









martes, 18 de marzo de 2014

Un coro de ángeles en el funeral

 No me gustan los funerales. Siempre me he escaqueado de todos los que me han tocado, pero no podía faltar al de mi madre como no podré perderme el mío. Sentada en la primera fila, no tenía referentes para saber cuándo me tenía que sentar o levantar. Acabé con dolor de cuello de tanto mirar de reojo a los feligreses.  Encima, el texto de la representación litúrgica lo han cambiado con pequeñas variantes que me impedían seguir el hilo. Seguí oyendo, como cuando era pequeña: ni paz os dejo, ni paz os doy; y me alegré una vez más cuando nos dijeron: podéis ir en paz. Luché todo el rato con las ganas de llorar a raudales porque llevo muchos días reprimiéndolas. A nuestro lado estaba con 90 años Ángel Arana, amigo y compañero de mi padre de la Marañosa, el único que queda vivo. A la salida se produjo un momento mágico, que mi madre seguro que habrá visto desde algún lugar. Gracias al blog, en la iglesia de Las Maravillas, sin avisar, apareció un coro de ángeles inesperados: los hijos de Carmen y su marido, Ángel, que vinieron desde San Martín de la Vega. Carmen entró a trabajar en mi casa de La Marañosa cuando apenas era una chiquilla para cuidar de mi hermana y de mí. Mi madre le enseñó a coser, a escribir, a cocinar. Se casó pronto con un obrero de la fábrica, tuvo cuatro hijos, pero nunca nos dejó del todo. Hemos seguido teniendo noticias de ellos y manteniendo el cariño y la amistad. Nos han ayudado mucho porque sus hijas trabajan en el hospital Gómez Ulla.
Carmen, mujer lista y madre coraje, está malita y no pudo venir, Su hija Pilar me leyó el emotivo texto que ha escrito su hermano Ángel para darle las gracias porque le hizo fuerte para poder afrontar su enfermedad considerada como rara. En ese momento se me cayeron las lágrimas reprimidas. Ángel ha conseguido que una empresa ayude a los niños con sus mismos problemas para que no pasen la infancia tan dura como la que pasó él.